Un crudo despertar para Israel

Ariel Winkler

Cómo la arrogancia y el deseo de paz hicieron posible el ataque terrorista de Hamas.

El 7 de octubre de 2023 cambió a Israel. Hamás, que ha controlado la Franja de Gaza desde 2005, inició una guerra devastadora contra Israel. Este evento, que ya ha cambiado fundamentalmente a Israel, traerá más cambios, porque la guerra no solo afecta a las partes en conflicto, sino también a todos los que escuchan de ella.

Israel nació en una guerra difícil en 1948, la que se conoce como la Guerra de Independencia. Israel triunfó contra todas las adversidades. En ese momento, no fue Occidente el mayor aliado o amigo de Israel, sino que la principal ayuda provino de Europa del Este a través de armas que fueron contrabandeadas a Israel. Los primeros aviones, por ejemplo, vinieron de la entonces Checoslovaquia, no de los Estados Unidos como hoy.

En los primeros años, Francia fue el protector militar de Israel. Bajo la influencia de Marcel Dessault, Francia suministró a Israel aviones Mirage y otro equipo militar, que aumentó después de la Operación Kadesh y la Guerra del Sinaí. Pero a pesar de esta ayuda, Israel estuvo bajo la presión tanto de Occidente como de Oriente, y de las Naciones Unidas desde el principio.

A lo largo de los años, Israel experimentó varios conflictos más: la Guerra de los Seis Días, la Guerra de Desgaste de Yom Kippur, Líbano I y II. Al mismo tiempo, Israel enfrentó la primera y segunda Intifada. Además de todas las guerras, Israel logró transformar una región rezagada y subdesarrollada en un país altamente desarrollado y avanzado, líder en tecnología. Se desarrolló una relación más profunda con los Estados Unidos y una especie de “amor-odio” con Europa y el resto de Occidente.

Todo esto dejó sus huellas en Israel, y las cicatrices aún son visibles hoy. El problema de Judea y Samaria surgió de la Guerra de los Seis Días. Tras la paz con Egipto vino la evacuación de toda la península del Sinaí. Del primer conflicto con Líbano, Israel aprendió que la vida de sus soldados era más valiosa que las ganancias territoriales. Israel comenzó a invertir más en defensa, desarrolló el sistema de defensa Arrow, luego David’s Sling y finalmente el sistema Iron Dome, cuando Hamás comenzó a disparar cohetes desde Gaza.

Israel se vio obligado a intervenir militarmente una y otra vez, principalmente en la Franja de Gaza, pero también en el Líbano, y en Judea y Samaria. Como resultado, Israel se volvió de alguna manera adicto a una “paz ilusoria” y fue tolerante en muchos aspectos. Pospuso la búsqueda de una solución para el conflicto israelí-palestino, surgido de la Guerra de los Seis Días. Aunque hubo muchos intentos, nunca se llegó a una solución, porque ambas partes no estaban realmente dispuestas a pagar el precio. La paz debe tener dos partes dispuestas a pagar un precio por ella.

En la víspera de la actual guerra, había una relativa calma en la frontera libanesa, en la siria, y en Judea y Samaria, debido a su dependencia económica de Israel. Gracias a Iron Dome, se pudo reducir el número de víctimas en el conflicto con Gaza. Esta aparente calma reveló una serie de otros problemas en Israel. Una disputa latente en la sociedad israelí alcanzó su punto álgido: la polarización entre religiosos y seculares, entre izquierda y derecha, manifestaciones a favor y en contra de reformas de derecha, y mucho más. Esta situación llevó a que Israel olvidara su entorno y actuara como un conductor ebrio que, a pesar de todos los peligros inminentes, sigue conduciendo.

En Israel se ha hablado durante años sobre el peligro del fortalecimiento de Hamás en Gaza, en Judea y Samaria, y sobre el peligro de que Irán se acerque a las fronteras de Israel en Siria y el Líbano. Muchos advirtieron que los enemigos de Israel observarían con alegría la división del pueblo, y también hubo quienes advirtieron que el ejército no estaba preparado y carecía de equipo. Pero todo eso fue ignorado porque para Israel, el deseo de paz era más fuerte.

El desencanto de Israel es doloroso y difícil. El precio de este desencanto incluye más de 1,400 asesinados y otros secuestrados (no prisioneros de guerra) como resultado del brutal ataque de los terroristas de Hamás. Niños fueron asesinados ante los ojos de sus padres y personas desarmadas e indefensas fueron muertas brutalmente solo porque eran judíos. Los asesinos se jactaron con orgullo de sus acciones frente a sus familias y la gente de Gaza. A su vez, la gente en Gaza aplaudió y elogió los actos atroces. No hubo voz pública palestina que expresara horror por estos crímenes, en su lugar hubo aprobación o reconocimiento tácito. Hasta hoy es difícil encontrar entre los palestinos en Gaza, e incluso en Judea y Samaria, a quienes condenen a Hamas.

Israel despertó como un león rugiente, rodeado por hienas, y entró en guerra para liberar a los rehenes y erradicar a Hamás de la faz del planeta. Hamás representa, a los ojos del pueblo judío, el mal absoluto, el mal cuyo deseo es exterminar al pueblo judío. El mismo mal que fue representado por los nazis en la Segunda Guerra Mundial y que se describe en la Biblia con Amalec y el malvado Hamán. Ataca a los débiles e indefensos, pero su objetivo es destruir al pueblo judío.

Por el momento, Israel ha dejado de lado las diferencias entre derecha e izquierda y se ha unido contra un enemigo cruel. El debate entre judíos religiosos y seculares desapareció cuando fueron llamados juntos al servicio de reserva. La reforma legal y constitucional se detuvo, y las manifestaciones cesaron. Todos los recursos invertidos en la disputa interna se utilizaron para fortalecer al ejército. Todas las asociaciones creadas para defender uno u otro lado se unieron para apoyar los esfuerzos de guerra.

Todas las señales de advertencia ignoradas a lo largo de los años, cuando Israel estaba ciego por su gran deseo de paz, se convirtieron en frentes de guerra. Un frente en el sur contra Hamás es el primero y más evidente, el segundo es contra el fortalecimiento de las organizaciones terroristas en Judea y Samaria. El tercero es contra Hezbolá en el norte, el cuarto contra Irán y sus representantes en Siria e Irak, y finalmente, contra los hutíes de Yemen.

Otro punto de desencanto se refiere al orgullo de Israel, a sus logros, a la paz, al éxito y a la economía estable en comparación con sus vecinos en Jordania, Líbano, Siria y Egipto. Esto ha dado a los israelíes la sensación de ser invencibles. Miraron a la sociedad árabe, especialmente a sus vecinos, con un sentimiento de superioridad. Este sentimiento ya existía antes de la Guerra de Yom Kippur en 1973. Pero esta vez, el desencanto resultó ser especialmente doloroso. El ataque no provenía de un país con un ejército regular y los recursos necesarios, sino de una organización terrorista local. Tan grande como era el orgullo, así de grande es la caída.

El desencanto de Israel también debería ser una advertencia para nosotros. Debemos ver la realidad tal como es. Debemos ver la situación a la luz de la Palabra de Dios.

En primer lugar, es importante recordar que el pueblo de Israel es el pueblo elegido. Dios escogió a Israel por elección soberana, no porque fuera mejor que los demás: “No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos” (Deuteronomio 7:6-8). Dios usó a Israel para mostrar su voluntad y plan para el mundo a través de la historia del Antiguo Testamento y mediante los profetas y promesas. Y al cumplirse las promesas a Israel, sabemos que Dios también cumplirá sus promesas para la Iglesia. Dios le dio a su pueblo la promesa: “Bendeciré a los que te bendigan, Y al que te maldiga, maldeciré” (Génesis 12:3; nbla), y por eso estamos del lado de Israel.

Dado que Israel es el pueblo elegido de Dios, debemos considerar su situación a la luz de este hecho. Los ataques a Israel y los llamados a su destrucción son ataques de satanás contra el pueblo de Dios. Así como el diablo atacó a Adán y Eva en el Jardín del Edén, o a Job y Jesús cuando caminaba por la Tierra, también ataca a Israel. La destrucción de Israel sería una victoria de satanás, ya que Dios no habría cumplido su promesa a Israel. Por lo tanto, cualquier ataque a Israel con el objetivo de destruirlo es también un ataque diabólico contra Dios.

De manera similar, los ataques antisemitas a los judíos en todo el mundo reflejan este espíritu. Es el espíritu del Maligno que incita a las personas a destruir al pueblo judío. El espíritu desde abajo lucha contra Dios y su plan para salvar al mundo.

Debemos ver cómo se desarrolla esta guerra espiritual ante nuestros ojos. Debemos mirar más allá de la crueldad de los terroristas de Hamás, más allá de la arrogancia del pueblo de Israel, y debemos ver el mundo a través de los ojos de Dios cuando observamos el ataque a Israel.

También debemos mirar a Israel con los ojos de Jesús; Él lo ama tanto que dio su vida por su pueblo (Romanos 1:16). Descendió del Cielo y vivió entre ellos, siendo rechazado (Juan 1:11). Son el pueblo elegido que rechaza a su Redentor, pero aun así son el pueblo con el que Dios todavía tiene un plan. Por lo tanto, debemos amar como él ama.

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