¿Qué pensar sobre la relación entre judíos y árabes?

Randall Price

Después de casi 30 años de trabajo académico que me han permitido viajar, estudiar y vivir en y cerca de Israel y dos países vecinos, me gustaría poder contarles que he conocido a personas con buena voluntad, una tolerancia cada vez mayor, el deseo de mejores condiciones para todos, la resolución de dejar atrás el odio y el dolor y de trabajar por un futuro pacífico para ellos mismos y para sus hijos después de ellos. Lamentablemente no es el caso —busqué deliberadamente entrar en contacto con quienes desean la paz en la región—. Si bien algunos la han encontrado por aquí o por allá, no es la norma. No hay que investigar mucho la historia ni buscar demasiado en internet para toparse con islamistas que alimentan “el odio ciego y los prejuicios ignorantes de una población fanática”.

Aunque existe un islam amistoso y cultural que desea la coexistencia pacífica con los no musulmanes, los organismos que controlan la sociedad a través de los medios de comunicación y la educación promueven directamente la violencia por motivos religiosos, o la permiten mediante una impotente tolerancia de los elementos fanáticos en sus respectivas sociedades. La vida de judíos y cristianos árabes en el mundo musulmán es difícil y tensa. Debido al auge del salafismo suní y su objetivo de islamizar al mundo bajo la estricta ley de la sharía, los árabes cristianos están en peligro y regularmente en la mira en los países de mayoría musulmana. A menudo se les advierte: “El sábado viene antes del domingo”, una expresión que pretende dejar claro que los cristianos serán los siguientes en la lista de los islamistas después de los judíos.

Los cristianos palestinos y los creyentes evangélicos árabes de la región practican a menudo una especie de autocensura en su apoyo a Israel o en su amor por el pueblo judío, para evitar consecuencias nefastas en una sociedad donde una opinión diferente puede significar la muerte. 

Pero incluso bajo la “opresión israelí” les sigue yendo bien a los evangélicos árabes, y muchos han optado por coexistir pacíficamente con Israel. Algunos creyentes árabes israelíes incluso sirven en las fuerzas armadas israelíes. Este artículo no pretende ignorar o pasar por alto a estas minorías silenciosas, sino mostrar comprensión por sus dificultades en el mundo árabe, que se define a sí mismo y a sus Gobiernos en función de su devoción al islam, en el que las comunidades cristianas árabes, sin merecerlo, tienen una mala reputación.

Paz prohibida
Abdelsalam al-Majali, médico y político jordano que sirvió a su país dos veces como primer ministro, defendió el tratado de paz del reino hachemí con Israel de la siguiente manera:

“Mi actitud es la de la paz. Creo que la paz es lo mejor para nuestra nación en su presente (...). Es la mejor solución para nosotros como árabes, y sigo creyendo en ello. Mientras no haya otra alternativa, la paz es la única opción”.

Además, aclaró: “Los árabes no tienen poder. Si alguna vez tenemos más poder militar, ¿permitiremos que se ocupen a Haifa? La ocuparíamos, si mañana fuéramos más fuertes y pudiéramos tomar a Haifa por la fuerza”. Recordemos que estas palabras proceden de uno de los amigos más cercanos de Israel en la región. 

Los enemigos bien conocidos, como el líder de Hamás, Yahya Sinwar, son más directos cuando hablan de los objetivos que persigue la organización terrorista en Gaza con sus levantamientos: “Demoleremos la frontera y les arrancaremos el corazón”.

Estas recientes declaraciones se producen en el contexto de una larga historia en la que se pide la destrucción del Estado de Israel, así como la liberación de Palestina por los árabes expulsando a los judíos mar adentro. Incluso en el vecino Reino de Jordania, que está bajo la influencia occidental y tiene un tratado de paz con Israel, una pareja estadounidense, que conozco personalmente, envió a su hijo a un prestigioso y moderno jardín de infancia árabe en un barrio tranquilo y acogedor de Ammán y se sorprendieron por lo que ocurrió en la fiesta de fin de curso. Su hijo y sus compañeros subieron al escenario vestidos con uniformes militares, apuntaron con ametralladoras de juguete a la foto de un soldado israelí y cantaron juntos acerca de expulsar a los judíos “desde el río hasta el mar”.

La famosa Carta Nacional Palestina de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) ha pedido repetidamente un exterminio similar de Israel. El artículo 15 afirma: “Desde el punto de vista árabe, la liberación de Palestina es un deber nacional que pretende repeler la agresión sionista e imperialista contra la patria árabe y tiene como objetivo la eliminación del sionismo en Palestina”. Durante las negociaciones de paz de Oslo (1993), Yasser Arafat aseguró al presidente Clinton que todos los textos de la Carta que cuestionaban el derecho de Israel a existir quedarían nulos y sin efecto. Afirmó que los estatutos se modificarían para garantizar la coexistencia pacífica con Israel. Pero a pesar de las reiteradas peticiones de quienes abogan por la paz, el Consejo Nacional Palestino (CNP) nunca ratificó estas enmiendas con la mayoría necesaria de dos tercios. En su lugar, el llamamiento a la erradicación del sionismo y de Israel sigue siendo omnipresente.

Imágenes de Yasser Arafat están blasonadas por todos los territorios palestinos como símbolo de orgullo nacionalista y resistencia continua. Durante la primera intifada, advirtió a sus seguidores: “A quien se le ocurra poner fin al levantamiento antes de que haya alcanzado sus objetivos, le dispararé diez tiros en el pecho”. Sus llamamientos históricos a la yihad contra Israel no deben entenderse a través de la ingenua lente occidental que no los considera más que hipérboles políticas, libertad de expresión o el deseo de liberar a un pueblo oprimido. Dejó muy claros sus objetivos: “Planeamos acabar con el Estado de Israel y establecer un Estado puramente palestino. Mediante la guerra psicológica y una explosión demográfica, haremos la vida insoportable a los judíos. (...) Los palestinos nos apoderaremos de todo, incluida toda Jerusalén”.

No hay que confundir el apoderarse de todo con el deseo de autodeterminación o la lucha por la igualdad de trato y los derechos humanos. La Organización para la Liberación de Palestina quiere recuperar todo el territorio que se dividió para formar dos patrias separadas: una para los judíos y otra para los árabes. No se reconoce el derecho de Israel a existir, y los mapas de las autoridades palestinas y sus simpatizantes muestran a menudo un único Estado de Palestina en lugar de Israel.

El Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (OOPS), que hasta hace poco recibía 400 millones de dólares anuales de los contribuyentes estadounidenses, proporciona libros de texto antiisraelíes y antisemitas a los escolares palestinos, y propugna actos de violencia. Los profesores y el personal del OOPS están a la vanguardia del rechazo a un futuro de tolerancia, respeto mutuo y coexistencia pacífica. En su lugar, abogan por actos de violencia y glorifican a los terroristas suicidas como mártires.

En 2007, la entonces senadora Hillary Clinton dijo de los libros de texto de la UNRWA:

“Estos libros de texto no están educando a los niños palestinos, los están adoctrinando. Cuando analizamos este informe junto con otros medios de comunicación a los que están expuestos estos niños, vemos un panorama general inquietante. Es tan inquietante a nivel humano como lo es para mí como madre y senadora estadounidense, porque envenena de forma fundamental y permanente la mente de los niños. El odio no tiene cabida en el plan de estudios de las escuelas, y la glorificación de la violencia no tiene cabida en la educación de los niños”.

La agencia oficial de noticias de la Autoridad Palestina (WAFA) y su diario oficial, Al-Hayat Al-Jadida, publicaron una declaración oficial en julio de 2016 tras una ola de terror palestino en la que 44 israelíes y otras personas fueron asesinados por 16 terroristas adolescentes palestinos. El día en que estos jóvenes terroristas deberían haber estado recibiendo los resultados de sus exámenes universitarios, la siguiente publicación celebró sus muertes:

“Las familias de los mártires y sus parientes están orgullosos del martirio que sus hijos murieron por el Creador. (...) Dieciséis [estudiantes de 12º curso] fueron exitosos (...), porque el martirio es el camino hacia la excelencia y la grandeza, y el camino de los que saben cómo alcanzar la gran victoria”.

A menudo se cita a Golda Meir, primera ministra israelí de 1969 a 1974, diciendo: “Habrá paz cuando los árabes amen a sus hijos más de lo que nos odian a nosotros”. Pero la injusticia percibida es tan grande que los medios de comunicación palestinos presentan a los terroristas suicidas como héroes a los padres y les llaman a armar a sus hijos en nombre de la yihad y enviarlos a campamentos de verano para que aprendan el terror y el martirio. Toda esta violencia se justifica con la afirmación: “Tomaron nuestra tierra”.

Sin embargo, cabe señalar en este punto que el pueblo judío adquirió legalmente la mayor parte del territorio de Israel a través del Fondo Nacional Judío, así como a través de guerras defensivas y el crecimiento natural de la población con su necesidad de terreno. Como cualquier otro, el Gobierno israelí expropió propiedades privadas para uso público y pagó a los propietarios un precio justo o incluso mejor. Los llamados asentamientos son a menudo el resultado de una incontrolada expansión urbana cuando las ciudades más grandes se convierten en aglomeraciones urbanas. Cuando hubo denuncias ante la confiscación de tierras y se ha podido demostrar que son propiedad árabe, los tribunales israelíes han fallado a favor de los palestinos, incluso en contra del Gobierno israelí.

Muy al contrario de tener que soportar un robo de tierras por parte de Israel, se había ofrecido a la población árabe local su propio Estado en esos territorios, donde nunca hubo un Estado gobernado de forma independiente llamado Palestina. Esta oferta se hizo tres veces antes de la creación del Estado judío (por la Comisión Peel de 1937, el Libro Blanco británico de 1939 y el Plan de Partición de la ONU de 1947) y tres veces después de la creación del Estado de Israel (bajo Itzhak Rabin en las negociaciones de paz de Oslo en la década de 1990, bajo Ehud Barak en Camp David en 2000 y Ehud Olmert en 2008) —pero los líderes árabes rechazaron cada una de estas opciones, optando por más violencia en lugar de paz. 

Algunos dirigentes palestinos hablaron de paz a sus homólogos occidentales en inglés, pero aseguraron repetidamente a sus seguidores en árabe que estas concesiones no eran más que parte de su “plan escalonado”, que en última instancia implica recuperar todo lo que ahora es Israel. No solo quieren un Estado palestino independiente, autodeterminación y derechos humanos; más bien, el objetivo tantas veces repetido es un mundo sin Israel.

Es difícil encontrar llamados a la paz o a la normalización de las relaciones con Israel en los medios de comunicación palestinos. La Palestinian News Corporation (PBC) está dirigida por la oficina del presidente Abbas, y Al Aksa TV es propiedad de Hamás, que también la dirige. Los palestinos que desearían vivir en coexistencia pacífica con los israelíes han aprendido a expresar sus opiniones con discreción. Todos son conscientes de las brutales ejecuciones llevadas a cabo por Hamás contra los palestinos que cooperan de algún modo con Israel. 

Incluso las señales aparentemente inocuas de voluntad de coexistir no están permitidas en el mundo islámico. En 2017, la concursante iraquí Sarah Idan compitió en el certamen de Miss Universo y tuvo que huir de su país de origen tras hacerse amiga pública de Miss Israel y postear una selfie en Instagram.

Dennis Prager tiene razón cuando afirma que el conflicto de Oriente Medio “es probablemente el conflicto más fácil de explicar del mundo. Puede que sea el más difícil de resolver, pero el más fácil de explicar. En pocas palabras, una parte quiere la muerte de la otra”. 

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, lo resume así: “La verdad es que si Israel depusiera las armas, ya no habría Israel. Si los árabes depusieran las armas, ya no habría guerra”. Pero muchos que creen reducir el sufrimiento de los palestinos difunden su versión de la justicia criticando a Israel. Resulta evidente una considerable doble moral, cuando la gente intenta juzgar la situación israelí-palestina sin tener en cuenta que gran parte del sufrimiento de los palestinos proviene de sus propios dirigentes, que se han enriquecido a costa de su propio pueblo.

Bret Stephens, columnista del New York Times, formuló una pregunta importante: “¿Por qué no se espera nada de los palestinos pero se les perdona todo, mientras que se espera todo de los israelíes pero no se les perdona nada?”. Israel no es un paraíso utópico, pero tiene las estructuras y los valores necesarios para defender los derechos humanos (por ejemplo, libertad de expresión, libertad de prensa, representación legal, garantías procesales, derechos económicos, separación de poderes, etc.). 

En Israel, incluso los poderosos van a la cárcel por infringir la ley: dirigentes políticos, ricos, famosos, religiosos y laicos, miembros de la Knesset y miembros del consejo escolar local. No es el “Salvaje Oeste” de Oriente Medio. Sí, toda historia tiene dos caras; pero cuando una parte insiste en la yihad (guerra) mientras el otro pide shalom (paz), es muy difícil encontrarse en el medio.

Preludio a la paz
Las divisiones entre los diferentes grupos islámicos, la desilusión con el fundamentalismo islámico y la atracción por el Evangelio están cambiando un mundo que antaño estuvo a la sombra del velo y rechazaba a Cristo. La persecución ha allanado el camino a la paz.

En su libro Killing Christians, Tom Doyle nos recuerda el patrón que observamos en el libro de Hechos y a lo largo de la historia de la Iglesia:

“A lo largo de los siglos, los opresores nunca se han dado cuenta de que las persecuciones de cristianos siempre han fracasado. Sencillamente, no funcionan. Al contrario, la matanza rutinaria de creyentes solo acelera la difusión del Evangelio y el crecimiento de la Iglesia. (...) El mensaje de amor y reconciliación de Jesús prospera en una atmósfera hostil y peligrosa, plagada de martirios”.

En las últimas décadas hemos visto países musulmanes devastados por la guerra, con Gobiernos dictatoriales y un hombre fuerte en la cima, derrocados por extremistas religiosos que luego cometen atrocidades aún peores. Muchos musulmanes reconocen la maldad de sus sistemas crueles y vengativos, y quieren salir de ellos. Un número creciente de musulmanes testifican que han llegado a la fe en Cristo después de ver a Jesús, el Príncipe de Paz, en sueños y visiones.

David Garrison investigó cómo Dios guía a musulmanes de todo el mundo a creer en Jesús, el Mesías. Su libro, A Wind in the House of Islam (Un viento en la casa del Islam) contiene numerosos estudios de casos y análisis ­estadísticos que muestran una respuesta sin precedentes al Evangelio en nueve “áreas geoculturales” o “habitaciones en la casa del Islam”: 1) África Occidental, 2) África del Norte, 3) África Oriental, 4) el mundo árabe, 5) el mundo persa, 6) Turquestán, 7) Asia Sudoccidental, 8) Asia Sudoriental, y 9) Indonesia-Malasia”. De cada región, Garrison cita relatos asombrosos que hablan de un continuo acercamiento de los musulmanes a Cristo. El mundo musulmán está maduro para el Evangelio y la cosecha está siendo recogida. El islam violento hace replantear su postura a muchos de sus seguidores.

Los cristianos asirios caldeos de Irak han sido objeto de ejecuciones, violaciones, torturas, violencia sexual, secuestros, extorsiones y mucho más. Desde 2003, más de un millón de cristianos han sido asesinados o han tenido que huir de la persecución en Irak. Las fuerzas militares de Estado Islámico dejaban a sus cautivos cristianos solo tres opciones: convertirse al islam, pagar un impuesto por ser cristianos o morir. Mindy Belz cuenta las historias personales de los fieles de Irak que sufrieron la crueldad del islam, pero también vieron brotar las semillas de la paz en estos lugares de persecución. Su libro They Say We Are Infidels: On the Run from ISIS with Persecuted Christians in the Middle East (Dicen que somos infieles: huyendo de ISIS con cristianos perseguidos en el Medio Oriente) documenta relatos personales verdaderamente notables de perseverancia en la fe. La sangre de estos mártires se convierte en la semilla de la Iglesia; los testimonios de aquellos que voluntariamente sacrifican sus vidas por la verdad del Evangelio han llevado a la conversión incluso de algunos de sus torturadores musulmanes. Además, los creyentes de Occidente se han dado cuenta de la necesidad de proporcionar apoyo político, oración y hospitalidad a los refugiados cristianos perseguidos. Las iglesias y los organismos de ayuda deben poner mano a la obra para mostrar el amor de Jesús a estos refugiados en todo el mundo.

Incluso sin ser creyentes en Cristo, algunos palestinos y árabes israelíes están asumiendo grandes riesgos para normalizar las relaciones con sus vecinos judíos. Muchos simplemente están cansados de las constantes discusiones. El profesor palestino musulmán Mohammed Dajani viajó a Auschwitz con sus alumnos de la Universidad Al-Quds y les enseñó el sufrimiento y los horrores de los judíos durante el Holocausto. Como consecuencia, perdió su plaza académica. Hubo al menos dos atentados contra su vida y un intento de secuestro. Pero sigue siendo una voz palestina que aboga por una coexistencia acomodaticia.

Su compatriota palestino Nabil Basherat plantea la pregunta que muchos palestinos se hacen en silencio: “¿Por qué no intentamos, la parte israelí y la palestina, vivir en paz durante un tiempo? ¿Por qué no nos damos dos, tres o cuatro años de normalización y convivencia? Siempre podremos seguir luchando más adelante si así lo quisiéramos”. Las relaciones pacíficas y la amistad sincera entre judíos y árabes son posibles, aunque continúen las negociaciones sobre los derechos territoriales. La paz es posible porque la paz empieza con las personas: personas valientes que educan a sus hijos en el amor al prójimo y muestran a sus comunidades la belleza de vivir en un mundo sin odio. Rara vez se admite que la Autoridad Palestina —a pesar del odio que promueve— coopera regularmente con Israel en rubros como infraestructuras, seguridad, comercio, negocios, servicios de Internet, banca, etcétera; sin embargo, no se admite reconocer el mérito de estas útiles iniciativas.

Basherat desarrolló estos planteamientos pacíficos después de que sus dos padres recibieran asistencia médica en hospitales israelíes en distintas ocasiones. Y lo mismo les está ocurriendo a otros vecinos del noreste de Israel devastados por la guerra. Ya es de conocimiento público que ciudadanos sirios han recibido asistencia médica en hospitales israelíes. Habiendo alcanzado sus límites en cuanto a tecnologías y tratamientos médicos, los médicos sirios han pegado al pecho de sus pacientes terminales papelitos con diagnósticos y tratamientos sugeridos y al amparo de la oscuridad los han llevado de contrabando hasta la frontera israelí en los Altos del Golán. A continuación, los pacientes eran tratados gratuitamente en hospitales israelíes y transportados en secreto de vuelta a la frontera. Los hospitales de toda Galilea están llenos de sirios, pero esto no se difunde. Hay que traerlos de vuelta en silencio, pues de lo contrario se les acusaría de colaborar con el enemigo Israel y se les castigaría por ello.

Pastores israelíes judíos y árabes también han trabajado por la paz uniendo fuerzas para ayudar a los refugiados sirios en su país y en el extranjero. Visitan a los refugiados en hospitales israelíes y viajan a Turquía y Grecia, donde los musulmanes tienen más libertad para difundir el Evangelio. Ver a judíos y árabes creyentes en Jesús amando a sus enemigos, orando por ellos y ayudándoles en nombre del Mesías, es un poderoso testimonio que ahuyenta la desconfianza y la demonización que les han inculcado en su país de origen. Es difícil resistirse a una paz que hace que los enemigos de siempre se abracen y convierte las maldiciones en bendiciones.

Judith Mendelsohn Rood, profesora de historia y estudios de Oriente Medio en la universidad Biola, ha estudiado la historia de estas sociedades y culturas durante décadas. Su investigación histórica nos da una visión profunda de la situación política y espiritual actual. Ella opina que las consecuencias de IS y la guerra civil siria han llevado a una alianza entre Israel y la mayoría de los Estados árabes contra Irán, y que el genocidio de cristianos árabes por parte del EI y el consiguiente despertar espiritual han asestado un golpe mortal al nacionalismo árabe y al fundamentalismo musulmán. 

La llama titilante del Evangelio se ha hecho más brillante en Israel y en el mundo musulmán. El crecimiento del movimiento mesiánico en Israel, así como el surgimiento de la antigua fe aramea de los aliados árabes maronitas de Israel (que huyeron del Líbano gobernado por Hezbolá hacia Israel) son signos del despertar de la antigua Iglesia. Ya no se creen las viejas mentiras del nacionalismo árabe y el salafismo; Hamás y la OLP son dos fracasos monumentales. Mientras las masas siguen siendo engañadas, el Señor está atrayendo a innumerables musulmanes hacia Él y hacia Su paz. Hay motivos para la esperanza: las brasas de la antigua fe pueden ser reavivadas por el Espíritu Santo. ¿Estamos preparados para discipular a los muchos nuevos creyentes que se han convertido a Jesús (…)?

Las Escrituras nos recuerdan que Dios ama a los árabes, y nosotros también deberíamos hacerlo. Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo unigénito para ser el Salvador y Mesías de los hombres. Nosotros también debemos amar a nuestros enemigos. Lo que los hombres quieren prohibir, está ordenado por Dios. Puede ser que una paz política esté fuera de todo alcance; pero no la paz personal a través del Príncipe de la Paz. Y esta paz personal en el Mesías Jesús es el preludio de la paz que marcará Su reino de gracia y colmará a todos los que lo adoren con Su shalom bíblico.

La paz prometida
Cuando regrese el Mesías, “extenderá su poder real a todas partes y la paz no se acabará” (Is. 9:7; dhh). A pesar de que las posiciones de los israelíes y palestinos han quedado estancadas y un muro los separa, la Escritura nos ofrece la esperanza de paz entre ambas partes, a través del pacto de paz que Dios hará con Israel:

“Y haré con ellos pacto de paz, pacto perpetuo será con ellos; y los estableceré y los multiplicaré, y pondré mi santuario entre ellos para siempre. Estará en medio de ellos mi tabernáculo, y seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y sabrán las naciones que yo Jehová santifico a Israel, estando mi santuario en medio de ellos para siempre” (Ez. 37:26-28).

A partir de ese momento, Israel vivirá en paz duradera, pues se trata de “un pacto eterno”, como traducen algunas versiones, al que la Biblia hace referencia varias veces en el contexto.

Este shalom bíblico se refiere a un bienestar integral e indica una reconciliación a todos los niveles —político, social, emocional, físico y espiritual— entre Dios y la humanidad, así como entre grupos anteriormente hostiles.

En la segunda venida de Jesús, se restablecerá la relación de Israel con su Mesías. El pueblo mirará a aquel “a quien traspasaron (…) afligiéndose por él” (Zac. 12:10). “En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia” (Zac. 13:1). Después del período de la Gran Tribulación, también conocido como el “tiempo de angustia para Jacob” (Jeremías 30:4-7), en el que el pueblo de Israel experimentará sufrimientos, castigos y dolores semejantes a los de un parto (Isaías 26:16-18), Dios levantará al pueblo judío y lo invitará al gran banquete mesiánico descrito en Isaías 25:6-9. Cuando lleve a Israel sano y salvo a la tierra que le ha prometido, Israel sabrá que Él es el Señor (Ezequiel 37:11-14). Y cuando devuelva su Templo santo a Jerusalén, las naciones también lo sabrán (v. 28). En ese momento, la soberanía del Salvador será tan indiscutible que todos, al verlo, estarán unidos en su asombro. No habrá opiniones religiosas contrapuestas, sino una adoración unida al Mesías: “Y Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre” (Zac. 14:9). Judíos y árabes y todos los pueblos reconocerán a la única persona a la que apuntan la Ley y los Profetas: el Mesías Jesús, el Príncipe de paz, por medio de quien Dios cumplirá el pacto de paz que mencionamos en Ezequiel 37:26.

¿Qué debemos pensar de las relaciones judeo-árabes?
¿Qué debemos pensar de cualquier relación lastrada por una historia de odio y violencia, ciclos de muerte y venganza, explotación de los débiles y los pobres? ¿Qué debemos pensar de cualquier escenario en el que las diferencias culturales, las tensiones raciales y las creencias religiosas separen a personas creadas a imagen de Dios?

Deberíamos pensar que el Príncipe de paz es lo suficientemente poderoso como para llevar la paz allí donde parece imposible (Isaías 9:5). Debemos orar por la paz de Jerusalén y por la armonía entre todos sus habitantes (Salmos 122:6). Puesto que conocemos a Dios como el que pone paz en los lugares celestiales (Job 25:2), debemos orar para que nos traiga la paz también hoy (Isaías 26:12), y esperar el momento en que sea Rey sobre toda la Tierra (Zacarías 14:9).

Mientras esperamos, debemos seguir el ejemplo del Señor y buscar las bendiciones que promete a todos los pacificadores (Mateo 5:9). Sin embargo, también debemos ser bíblicamente realistas sobre esta paz. Siempre habrá personas hostiles a la paz, que sacan provecho de la guerra, que rechazan la reconciliación. Por otro lado, deberíamos acoger con satisfacción cada gesto amable, cada oportunidad de ser una luz en la oscuridad, cada oportunidad de shalom y salam (la palabra “paz” en hebreo y árabe). 

Deberíamos aprender los saludos, la lengua, la cultura y la historia de los demás, y apreciarnos como seres creados igualmente a imagen de Dios (Génesis 1:27; 9:6; 1 Corintios 14:10-12). Si tenemos la posibilidad de viajar, es bueno que visitemos Oriente Medio. Algunos seminarios bíblicos viajan con sus estudiantes a tierras bíblicas y les permiten conocer de primera mano las luchas y esperanzas de los creyentes que viven allí. También enseñan la lengua, la historia, la cultura y la geografía de las Escrituras.

El hecho de que la Biblia nos advierta de que los enemigos de la paz aumentarán en los últimos días y vendrán tiempos peligrosos (2 Timoteo 3:1), no disminuye la esperanza de paz posterior a estas guerras ni la oración por el día en que las naciones vuelvan sus espadas en rejas de arado y no se adiestren más para la guerra (Isaías 2:4). Sabiendo que estas naciones estarán un día bajo el mando de Jesús el Mesías, con una calzada que irá de Asiria a Egipto y con Israel en el medio (Isaías 19:23-25), también hoy debemos procurar construir lazos de paz entre nuestras comunidades.

La paz a nivel personal y comunitario también es posible hoy, aunque sabemos que la Biblia profetiza guerras en el futuro (Zacarías 14). La paz auténtica y las relaciones de amor entre judíos y árabes pueden tener éxito si estamos abiertos a ella y rechazamos a los falsos mesías que nos prometen una falsa paz, solo para desencadenar una guerra desastrosa (Mateo 24:3-5; 1 Tesalonicenses 5:3; Apocalipsis 13). Los judíos y los árabes que creen en Jesús, ya han superado la enemistad que existe entre ellos (Efesios 2:15). Con la ayuda de Dios, podemos optar por extender esta paz a nuestro prójimo y amarlo (Deuteronomio 19:18; Mateo 22:39).

Resiste al enemigo (1 Pedro 5:8-9), al adversario de tu alma que viene a robar, matar y destruir (Juan 10:10). Él prohíbe la paz con Israel porque odia a los judíos más que a los muyahidines (yihadistas) más descarriados. El diablo sabe que Israel no puede pagar suficientes compensaciones y reparaciones financieras a los palestinos para que vivan con ellos en una sociedad armoniosa, llena de respeto mutuo y buena voluntad, en el marco de una solución de dos Estados negociada bilateralmente.

Siguiendo las palabras y el ejemplo de su Salvador y amando a sus enemigos (Mateo 5: 44), los cristianos palestinos pueden ser una luz para los que están atrapados en la sombra del islam. Las Escrituras reclaman un nuevo palestino, uno que se defina a sí mismo bíblicamente, que ame la paz y que no permita que el odio del pasado dicte su forma de responder a los desafíos de una paz presente o futura. Al seguir al mismo Redentor, los israelíes judíos mesiánicos demuestran la esperanza (hatikva) del Mesías a los israelíes incrédulos, que aún se preguntan si la paz llegará algún día. Los israelíes y palestinos nacidos de nuevo espiritualmente pueden marcar el camino a sus conciudadanos y abrir nuevas sendas de paz y buena voluntad amando a quienes, de otro modo, serían sus enemigos. Las promesas y el pueblo de Dios dan esperanza.

(Extracto levemente abreviado del libro What Should We Think About Israel?, de Randall Price).

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