Por qué es peligroso criticar a Israel

Roman Nies

Lo que mueve hoy en día a muchos periodistas alemanes parece ser el antisemitismo más o menos oculto o la aversión a Israel. Sorprendentemente, se halla esta actitud también en el campo de la izquierda política, es decir, entre aquellos periodistas que están particularmente defendiendo los derechos humanos y los valores de la civilización occidental. Es solo una aparente contradicción cuando te encuentras entre ellos con actitudes y posturas que probablemente habrían recibido la aprobación amistosa de los nazis en el pasado. Cualquiera que odiaba a los judíos podía hacer carrera con el partido nacional socialista alemán; pero aunque los nazis desaparecieron, el odio a los judíos ha permanecido.

Es cierto que no todos los que critican a los críticos de Israel tienen siempre razón. Incluso un amigo de Israel o un israelí no siempre da en el blanco con lo que dice. Sin embargo, aún como consumidor de información seria y equilibrada y “buena persona”, que quiere ser imparcial y justa y no quiere dejar de sentir empatía también con las víctimas civiles de Gaza, uno necesita comprender algunos hechos clave para no limitarse a seguir el rumbo de la ignorancia e ingenuidad.

A pesar de todas las presuntas justificaciones para criticar a Israel (¡sí, los israelíes también son humanos!), debes saber que cualquiera que ataque la posición de Israel está trabajando para fortalecer a los enemigos de Israel y, por tanto, a los enemigos de Occidente. Entre estos enemigos se encuentra, según su propia confesión, el islam político y tradicional, que no acepta los derechos humanos ni concede a los no musulmanes más libertades que las que, arbitrariamente, considera adecuadas; en otras palabras, no difiere del modo en que los nazis trataron a los judíos. Al mismo tiempo, este islam se opone a Israel en todo el mundo, por razones que hacen muy comprensible el hecho de que los nazis hayan cultivado relaciones amistosas con los representantes del islam de la época.

La mayoría de los hispanohablantes no han visitado Israel ni las ciudades y países de Oriente Medio para poder juzgar cómo vive allí la gente. Y, por supuesto, casi nadie que haya crecido en el Occidente libre conoce bien la situación que se vive en los países islámicos y cómo se trata allí a los residentes no musulmanes o qué ocurre si entran en conflicto con las leyes vigentes allí. Con Israel uno está del lado seguro, porque allí la justicia funciona como aquí y se aplican los mismos derechos humanos. Por eso, no solo a los visitantes de todo el mundo, sino también a los periodistas de todo el planeta les gusta pasar tiempo allí. Están seguros, les va bien, tienen interlocutores abiertos y educados, y no les falta nada. 

En los países islámicos, es un mundo diferente, una realidad al revés. Allí se oprime a todas las minorías no musulmanas. Uno debería echar un vistazo a la página web de “Puertas Abiertas” para darse cuenta de que en casi todos los países islámicos se persigue a los habitantes cristianos que quedan. Después de Corea del Norte, son los países islámicos que encabezan la lista de países que más persiguen a los cristianos. Y en la mayoría de ellos, ningún judío se puede hacer residente, e incluso como turistas corren gran peligro. En Turquía, un Estado miembro de la OTAN y aspirante a la membresía de la Unión Europea, el cristianismo ha sido sofocado casi por completo y ha desaparecido, excepto por unas pequeñísimas comunidades. Y las pocas sinagogas deben ser protegidas y convertidas en fortalezas, no solo en Turquía sino incluso en Europa. La razón de que en algunas zonas de Berlín ya no es posible que judíos se identifiquen como tales sin tener que temer por sus vidas, es por la agresividad de la población musulmana que vive allí. Y lo mismo ocurre en toda Europa. En la práctica, los judíos corren peligro cuando entran en contacto con seguidores del islam, tanto en Gaza como en el sur de Berlín.

Uno de los mayores fracasos y errores de apreciación de los Gobiernos europeos es el no querer reconocer que el islam radical es un peligro para el mundo libre, porque sus seguidores no han aprendido a respetar los derechos humanos y porque, según las palabras del Corán, los no musulmanes solo se pueden considerar ciudadanos de segunda clase. A algunos se les niega rotundamente el derecho a la vida. Como proclaman repetidamente los representantes del islam, tanto sus gobiernos y medios de comunicación como los sectores de la población que por miles salen a la calle, la yihad violenta es un medio justificado para resolver los problemas a la manera islámica, también en el caso de Israel. Por eso, algunos advierten que el islam es una religión retrógrada de carácter totalitario que, cuanto más ortodoxa sea la manera de practicarlo, más parece favorecer el fanatismo y el terror. 

Mahoma es visto por sus seguidores como modelo. Era un caudillo que trataba a sus enemigos sin escrúpulos. Desterró a dos tribus judías y exterminó otra. El exterminio es lo que Hamás también quiere con Israel y sabe que tiene a la mayoría de los palestinos de su lado, así como a gran número de los musulmanes en el mundo. Incluso ciertos activistas climáticos, los nuevos “héroes” de Occidente, se suman al coro por una “Palestina libre”. De hecho, sería deseable liberar, no solo a “Palestina”, sino al mundo entero… ¡del odio a los judíos!

Israel ciertamente no constituye una amenaza para el mundo libre, porque en esta nación rigen los mismos valores, la misma tolerancia, por desgracia a veces también la misma ignorancia, sobre la aparición y la naturaleza del mal. Israel ha tolerado la existencia de Hamás durante demasiado tiempo y ha pagado un amargo precio por ello. Las semillas del mal siempre brotan si no se combaten inmediatamente.

Por tanto, hay que tener cuidado a la hora de adoptar o difundir narrativas antiisraelíes. Debilitar a Israel significa debilitar la libertad y fortalecer a los enemigos de nuestra libertad. Cualquiera que esté en contra de Israel, cuando la existencia y la libertad de Israel están en juego, está del lado de la injusticia, de la falta de libertad y la opresión. Alemania en particular debería haber aprendido del pasado nacional socialista que la traición al pueblo judío puede convertir paisajes florecientes y ciudades en ruinas desérticas. Esto es lo que harán los enemigos de Israel y los enemigos de la libertad si se les permite hacerlo. Son maestros de la destrucción y del odio.

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