Los liberados empiezan a contar historias

Antje Naujoks

Los rehenes liberados estaban bien protegidos del público. Algunos familiares compartieron fotos de la reunificación con la nación. En otros casos, los familiares concedieron algunas entrevistas. Naturalmente, muchas preguntas asaltaron a todo el país. Poco a poco empezaron a filtrarse las primeras informaciones prudentes. No todos los rehenes estaban cautivos en túneles, aunque casi ninguno vio la luz del día. Muchos niños en particular solo susurraban al principio, porque los que estaban retenidos en pisos tenían que guardar mucho silencio. A veces los terroristas apuntaban a los rehenes con una pistola para insistir en sus exigencias. Todos sufrieron de mucha hambre y de unas condiciones higiénicas indescriptibles. No había atención médica. Las personas que dependían de medicamentos se quedaban sin ellos. Las heridas no fueron tratadas, a excepción de dos mujeres jóvenes, una de las cuales fue operada por un veterinario. Varias personas denunciaron que tuvieron que permanecer atadas en sillas de plástico durante días. A dos chicos les marcaron la parte inferior de las piernas para que fuera más fácil encontrarlos si se escapaban. A otro menor le obligaron a ver las películas que los terroristas mismos habían hecho de las matanzas y secuestros. Cabe suponer que esto es solo la punta del iceberg y que en las próximas semanas saldrán a la luz más informes incalificables.

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