Los enemigos de Israel y sus amigos occidentales

Dossier Schweizer Monat

El odio árabe a los judíos es una versión religiosa del antisemitismo de Goebbels. Los intelectuales de izquierda que critican a Israel suelen ignorar esta conexión.

Israel es el único país del mundo que se ha tenido que enfrentar a intentos de destrucción desde el principio de su existencia; la primera vez fue el 15 de mayo de 1948, pocas horas después de que Ben-Gurión anunciara la fundación del Estado. Las fuerzas sirias y libanesas avanzaron desde el norte, las jordanas desde el este y las egipcias desde el sur para arrasar el país. Esta guerra sería “una guerra de exterminio y una masacre importante”, advirtió el Secretario General de la Liga Árabe. De hecho, 6,000 israelíes tuvieron que morir en la primera guerra de Oriente Medio antes de que se pudiera interceptar la invasión.

Es cierto que Israel se convirtió en una potencia fuerte en las décadas siguientes. Sin embargo, sus enemigos persisten en querer eliminarlo: mediante el ostracismo político y el boicot económico, mediante guerras interestatales o mediante campañas de terror contra civiles judíos. Una y otra vez, el poder militar superior de Israel ha demostrado ser el medio decisivo para detener tales ambiciones destructivas.

Sin embargo, Israel es el único país del mundo al que se le niega sistemáticamente el derecho a defenderse adecuadamente de sus enemigos. Es cierto que nunca ha amenazado a ningún otro país; es cierto que siempre ha defendido la coexistencia con los árabes palestinos y los Estados árabes vecinos; es cierto que su ejército procura más que ningún otro ejército del mundo proteger a los civiles de los “daños colaterales”. Sin embargo, Israel también es tachado de agresor por muchos que dicen ser sus amigos.

Hoy en día, nos enfrentamos a dos categorías de odio contra Israel: por un lado, los islamistas de incitación religiosa financiados por Teherán, que obtienen sus “conocimientos” sobre los judíos de algunos versos del Corán y de los “Protocolos de los Sabios de Sion”; por otro lado, los intelectuales occidentales que participan en la deslegitimación del país bajo el signo de la “crítica a Israel”.

Del antisemitismo “goebbelsiano”…
Del lado del islam militante hay sobre todo una preocupación: la de matar a judíos israelíes. No importa si el cohete Qassam o el terrorista suicida mata a un bebé o a un anciano, a un amigo o a un oponente de Netanyahu —lo principal es que muera un judío. Después de cada atentado terrorista exitoso, comienza un ritual espantoso: mientras las víctimas aún luchan con la muerte, los cuadros de Hamás distribuyen golosinas entre los niños. Se les enseña desde pequeños que las masacres de judíos son motivo de celebración. “El tiempo de la resurrección no amanecerá antes de que los musulmanes hayan luchado contra los judíos y los hayan matado”, dice la carta de Hamás, muy apropiadamente.

Estamos ante una variante del antisemitismo de Goebbels influida por la religión. La manera de cómo llegó a Oriente Medio está bien documentada: los ideólogos nazis difundieron su odio a los judíos en 1938 en reuniones con la Hermandad Musulmana egipcia; desde 1939 y hasta 1945, adoctrinaron al mundo árabe con sus emisiones de radio en árabe. Tras el fin de la Alemania nazi, la Hermandad Musulmana se convirtió en el mayor movimiento antisemita del mundo, con un millón de miembros. Asimiló  sin problemas la ambición de Hitler de impedir a toda costa un Estado judío. Su influencia fue decisiva para la acción bélica árabe contra el Estado judío en 1948. En particular influyó en Ruhollah Musavi, que más tarde se haría famoso como el líder revolucionario iraní Ruhollah Jomeini y que, a partir de 1979, fijó su objetivo en destruir a Israel. Su sucesor, Alí Jamenei, fijó un plazo de supervivencia a Israel hasta 2040 a más tardar, e hizo inscribir en misiles iraníes el lema “Israel debe ser extinguido”.

…a la crítica de Israel por parte de los “ilustrados”
Los “críticos de Israel” no hablan de la “extinción de Israel”. Sin embargo, a ellos se aplica la acusación del experto en antisemitismo Léon Poliakov: “Quien no denuncie el antisemitismo en su forma primitiva y elemental, precisamente porque es primitivo y elemental, debe permitir que se le cuestione si no está dando con ello a los antisemitas de todo el mundo una señal de aprobación secreta”. La “crítica de Israel” de los “ilustrados” y “progresistas” se caracteriza, en efecto, por ocultar las fantasías manifiestas de exterminio judío de los enemigos islamistas y restarle importancia a su antisemitismo.

Por ejemplo, tenemos a la filósofa judía Judith Butler, que en 2006 llamó a “entender a Hamás y Hezbolá como movimientos sociales y progresistas que pertenecen a la izquierda y que forman parte de la izquierda global”. Al día de hoy, se niega a percibir los motivos ideológicos de los islamistas y su antisemitismo. Deslegitima los esfuerzos de defensa israelí pretendiendo que no hay motivos para ello. Al mismo tiempo, culpa al Estado judío de la violencia islamista. No es sorprendente que Butler sea una de las principales protagonistas de la campaña BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones).

Quienes conocen el antisemitismo de los islamistas y su carácter agresivo, pero dan fe de circunstancias atenuantes, muestran una forma suavizada de hostilidad hacia Israel. El antisemitismo árabe, “a diferencia del antisemitismo europeo, se basa, después de todo, en un problema real, a saber, la marginación de los palestinos”, escribe el experto en estudios islámicos alemán Jochen Müller. Este paradigma, que distingue entre un antisemitismo europeo de corte nazi y un odio “después de todo” comprensible hacia los judíos de Oriente Medio, ignora la influencia nazi en la imagen de los judíos que tienen muchos musulmanes de Oriente Medio. También requiere una buena dosis de ignorancia respecto a las declaraciones de los islamistas, como la Carta de Hamás. Obviamente, quienes culpan a Israel del antisemitismo en Oriente Medio se ocupan en salvar un supuesto básico del discurso sobre Oriente Medio: que los palestinos son siempre víctimas y los israelíes siempre victimarios.

Pero, ¿de dónde viene esta tendencia obsesiva a poner en la picota a Israel y a culpar a los propios judíos de antisemitismo? Sospecho que subliminalmente se trata de emociones, de reducción de culpas. Especialmente en Alemania, hay que tener en cuenta la gran tentación psicológica que supone poder acusar a los israelíes en general de violar los derechos humanos —entonces los alemanes parecemos estar casi igualados en el balance de la deuda.

Este arraigado patrón en blanco y negro, que atribuye automáticamente toda la maldad al Estado judío, está presente incluso en nuestro lenguaje. Llevamos décadas hablando del “conflicto de Oriente Medio” como si solo hubiera este único conflicto en Oriente Medio. Se encubre semánticamente el hecho de que casi todos los países árabes se desempeñan en conflictos devastadores que han matado a 500,000 personas en Siria y a 370,000 en Yemen.

“Pero una sola palabra puede transportar de forma compacta y sutil toda una construcción de ideas y, desplegada de forma persistente, moldear la conciencia”, escribe Ben Segenreich. “Los que dicen ‘el conflicto de Oriente Medio’ sugieren que solo tenemos que resolver este conflicto, y entonces la paz estallará en toda la región y, en consecuencia, la paz mundial estará asegurada. [...] E incluso resuena en voz baja: el ‘conflicto de Oriente Medio’ nos lo trajo Israel, así que para la paz mundial sería mejor si Israel nunca hubiera existido o si al menos ahora Israel cediera y se callara”.

Por tanto, la hostilidad contra Israel no solo se expresa directamente, sino a menudo también indirectamente como “crítica a Israel” y a través de convenciones lingüísticas que perpetúan el resentimiento contra Israel. Particularmente mala, sin embargo, es la indiferencia con la que los “críticos de Israel” occidentales trivializan la amenaza existencial que supone para Israel el régimen iraní y sus vasallos. En este punto es acertado el veredicto que Thomas Mann emitió sobre el fascismo en 1941: “Quien no está contra el mal, apasionadamente y con toda su alma, está en mayor o menor medida a su favor”.

(Publicado en DOSSIER SCHWEIZER MONAT 1107, en junio de 2023)

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