El drama del intercambio de rehenes

UNA

Todo Israel contuvo la respiración mientras se producía el primer intercambio de rehenes. Hasta el último minuto no se sabía con certeza si todo saldría bien. Junto con Qatar y Estados Unidos, se habían negociado condiciones claras con Hamás. Sin embargo, los terroristas intentaron introducir cambios en el último minuto todas las noches de noviembre. Los egipcios, a través de cuya frontera se gestionaba el intercambio, perdían rápidamente los nervios. Se enviaban generales a la Franja de Gaza para hacer comprender a Hamás que eso no funcionaría. Después de eso, el intercambio como tal funcionó relativamente bien, aunque Hamás continuó con su terror psicológico. No se respetaron las directrices humanitarias, como la de no separar a los niños de sus madres. En el último momento, supuestamente, no se podía encontrar a una persona de la lista, a una madre. Más tarde Israel supo por la hija que había estado cautiva con su madre hasta poco antes de ser liberadas. Además, Hamás jugó al gato y al ratón en cuanto al cumplimiento del calendario y el lugar de entrega en la Franja de Gaza. Estaba claro que Israel debía sufrir lo máximo posible, pero al mismo tiempo había que perder el mayor tiempo posible para que los terroristas pudieran reagruparse militarmente durante los días en que las armas estaban en silencio. Los afectados fueron tratados cruelmente. Los familiares fueron torturados psicológicamente. En definitiva, no fue más que un despreciable tráfico de seres humanos. Y, sin embargo, Israel se alegró de todos los que regresaron con vida.

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