Cuatro motivaciones para perseverar

Fredy Peter

Cuando nos sintamos abrumados por la situación, podemos centrarnos en cuatro realidades alentadoras: nuestra recompensa, la promesa de Dios, nuestra bendita esperanza y el favor de Dios. 

¿Cuál es la reacción natural del ser humano cuando experimenta dificultades aquí y allá, y la presión en su vida no cesa? A) La resignación B) Busca alivio C) Busca salidas D) Intenta escapar de todo de alguna manera. Esta es exactamente la situación en la que se encontraban los destinatarios de la carta a los Hebreos. La presión y los desafíos que los hebreos tenían que soportar a causa de su fe en el Señor Jesucristo no cesaban. Por eso el escritor de esta epístola dio a los creyentes cuatro motivaciones para perseverar, y escribió: 

“No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Porque aún un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (He. 10:35-39). 

El pasaje comienza con estas palabras: “No perdáis, pues…”; y este “pues”, que expresa una consecuencia, se refiere a los versículos precedentes, del 32 al 34, donde el escritor anima a los hebreos a mirar atrás y les recuerda los acontecimientos pasados, cómo han soportado muchas luchas, sufrimientos, reproches, aflicciones e incluso el robo de sus bienes por causa de Jesús. A partir de ahí, el autor mira hacia adelante y les señala los acontecimientos futuros.

La primera motivación: la recompensa
“No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón” (He. 10:35). 

Confianza también puede traducirse como “ánimo o valentía”. ¡Cómo no luchar por este bien! Se puede oír literalmente al escritor exclamar: “¡Gente, aguanten, manténganse firmes! ¿Qué ha cambiado hoy respecto a entonces? Estaban tan llenos de valor y fe después de su conversión. ¿Y ahora? ¿Por qué renunciar a todo eso? Piensen en su recompensa”.

El texto habla incluso de una gran recompensa. En el texto griego básico la palabra megas significa “grande”. ¡Una “mega recompensa” te espera! La Biblia testifica en muchos lugares que un día recibiremos una retribución. Pablo explica que: “…cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor” (1 Co. 3:8). Jesús promete que todo el que entregue algo por Su nombre lo recibirá cien veces más y heredará la vida eterna (Mateo 19:29). 

Esto no solo significa comunión eterna e inseparable con el Señor, sin sufrimiento, dolor ni enfermedad en ese lugar indescriptiblemente glorioso, sino también el céntuplo de todo lo que hemos sacrificado y perdido. Vale la pena perseverar, porque aquello a lo que renunciamos es desproporcionado en relación con lo que ganamos. 

La respuesta definitiva a la pregunta de cómo será esta recompensa sigue abierta. Pero podemos suponer que una recompensa centuplicada de quien creó el cielo y la Tierra con unas pocas palabras será realmente grandiosa. Y Dios incluso espera de nosotros que contemos con ella, aunque suene como un atrevimiento; pero es bíblico: “el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (He. 11:6). 

Una persona nacida de nuevo no puede perder su salvación, pero sí su recompensa: “Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego” (1 Co. 3:14-15).

Por último, hay también una recompensa negativa para los que no creen: el juicio. Esta retribución también se describe claramente en muchos lugares de la Biblia. Por ejemplo, en Romanos 6:23: “La paga del pecado es muerte”.

La segunda motivación: la promesa
“Porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa” (He. 10:36).

No se trata de la recompensa por el compromiso o la renuncia, sino del cumplimiento de la promesa divina de que se nos ha dado una herencia incondicional en Jesús en el momento de nuestra conversión y renacimiento (cf. Efesios 1:11). O como dice Pablo en Romanos 8:17: “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo”.

Recibir una herencia terrenal ya produce una gran alegría. ¡Cuánto más la inimaginable celestial! Esta perspectiva debe animar a perseverar a los hijos de Dios, expuestos una y otra vez a pruebas y tribulaciones. ¡Se acerca un tiempo mucho mejor!

La palabra utilizada para “paciencia” en el texto griego básico es jupomoné. Es una palabra compuesta por jupo, que significa “debajo”, y mone o meno, que significa “permanecer”. Por lo tanto, se refiere literalmente a una actitud de “permanecer debajo de algo”, una perseverancia firme y paciencia en circunstancias difíciles.

Todo cristiano sufre aflicción. Jesús dijo: “En el mundo tendréis aflicción” (Juan 16:33). Pablo dijo que debemos entrar en el reino de Dios a través de muchas tribulaciones (Hechos 14:22). Y Pedro añadió que no debemos sorprendernos por el fuego de prueba que nos ha sobrevenido (1 Pedro 4:12). La aflicción y las dificultades son omnipresentes; no solo las circunstancias difíciles, sino también las personas difíciles. Como cristiano, estás sometido a presiones en el trabajo, en la escuela, en la universidad, en el barrio, quizá incluso en tu propia familia y en tu matrimonio. Y en esta situación no necesitas más fe, sino una firme perseverancia. Esto es lo que nos hace falta: paciencia; y la paciencia solo se aprende en las tribulaciones (cf. Romanos 5:3). 

La voluntad de Dios tiene muchas facetas. En la situación de los hebreos, se trata principalmente de esto: entregarse a Jesús, permanecer en Él, no desviarse ni retroceder y decir sí a estos caminos difíciles. Pedro lo atestigua: “Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal” (1 P. 3:17). Nuestra adherencia incondicional a su Palabra y su fidelidad en tiempos de necesidad finalmente darán prueba de la autenticidad de nuestra fe. La promesa de la herencia futura es una motivación para perseverar.

Tal vez la demora de la ayuda haya agravado la situación de emergencia y cualquiera se pregunte: ¿cuánto tiempo más tengo que aguantar? El escritor de Hebreos da una respuesta maravillosa a esta pregunta tácita. 

La tercera motivación: la esperanza
“Porque aún un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará” (He. 10:37). 

Este pasaje es una variación de Habacuc 2:3.

En Mateo 11:2-3, se describe a Jesucristo como “el que ha de venir”. ¡Jesús viene otra vez! Él es el principio y el fin. Él tiene la primera y la última palabra. Y cuando vuelva, cesarán todas las aflicciones y angustias. La esperanza de su regreso es un fuerte estímulo para perseverar. La Biblia está impregnada del tema del regreso de Jesucristo —solo en el Nuevo Testamento se menciona más de 300 veces; esto significa que uno de cada trece versículos trata de este gran tema.

¿Cuándo volverá Jesús? Falta solamente “aún un poquito”. Esto significa que puede ocurrir en cualquier momento. En todo el Nuevo Testamento, la atención se centra en la expectativa de un futuro próximo. Podría suceder hoy, así que hoy deberíamos estar preparados. La espera nos parece haber durado ya demasiado tiempo. Para nuestro Dios eterno, sin embargo, el tiempo es corto.

En aquella época, la inevitable toma y destrucción de Jerusalén por los romanos significaba que el juicio contra Israel era inminente. Y efectivamente, terminó con todos los opresores de la primera Iglesia. En los juicios futuros, durante la Gran Tribulación, este versículo también será una tremenda esperanza para que el remanente judío creyente persevere. En el regreso de Jesús con poder y gran gloria, todos los opresores serán entonces destruidos junto con el Anticristo.

La cuarta motivación: el agrado de Dios
“Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma” (He. 10:38). Esta es otra cita de Habacuc (capítulo 2:4). 

Es la fe en el sacrificio sustitutivo del Señor Jesús en la cruz lo que me salva. Esta fe me hace justo ante Dios porque otro ha tomado mi culpa sobre sí mismo. A través de esta fe puedo vivir, y vivir eternamente.

¿Quieres que tu vida le sea agradable a Dios? Permanece firme en Él, aférrate a Su Palabra en y a pesar de toda aflicción, y gozarás de Su favor. ¿No es una motivación para el corazón? En cambio, el que no cree, aunque quizás se considere a sí mismo un héroe, en realidad, es más bien un cobarde. El juicio le golpeará con toda su fuerza y el Señor tendrá que apartarse de él; no tendrá el agrado de Dios —es una advertencia muy seria.

El incrédulo puede tener conocimiento del Evangelio, defenderlo, tal vez incluso sufrir por el mismo hasta cierto punto, pero al final, cuando realmente llegue el momento decisivo, retrocederá y desistirá.

Por eso, al final, el autor se dirige a los cristianos hebreos creyentes y resume así: “Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (He. 10:39). Este texto nos dice: “Nosotros, tú y yo, que hemos nacido de nuevo, estamos decididos a no retroceder hasta el final, pase lo que pase. Seguiremos adelante”.

El sufrimiento terminará un día, pero la salvación nunca. Por eso, ¡aguanta! Sea cual sea la situación en la que te encuentres, no tires por la borda tu confianza, mantente firme en una perseverancia inquebrantable, espera al que ha de venir, busca agradarle, ¡pues sin falta, Dios llegará al tiempo determinado!

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